martes, 31 de octubre de 2023

VENEZUELA DESPOJADA DE LA REGION ESEQUIBA

Paris, 3 de octubre de 1899 Corresponsal exclusivo) Venezuela fue despojada, hoy 3 de oc- tubre de 1899, de toda su Región Esequiba mediante una decisión arbitral que desconoció los fundamentos jurídicos previstos en el tratado de Arbitraje suscrito en Washington entre Venezuela y la Gran Bretaña. Un juez ruso y dos ingleses forzaron bajo la amenaza de quitarle a Venezuela las Bocas de! Orinoco. La Región Esequiba es una zona de 60.000 millas cuadradas que los ingleses fueron ocupando en forma sistemática y que en 1814 le compraron a Holanda parte de su colonia por la suma de tres millones libras esterlinas. A partir de la adquisición geográfica, ingleses fueron avanzando en territorio venezolano con propósito evidente de apoderarse de las Bocas del Río y de toda la Guayana. Venezuela libraba entre tanto la guerra de independencia y obviamente un momento más o menos propicio para el avance inglés. La suerte de estos países de la América Latina dependía en buena parte de los Tratados, Acuerdos y desacuerdos de las potencias europeas, de sus guerras y alianzas. Al final de la guerra napoleónica, Holanda vende a Inglaterra parte de sus tierras en la colonia guayanesa.

DESPOJADA VENEZUELA DE LA REGIÓN ESEQUIBA

Despojada Venezuela de la Región Esequíba *Dos ingleses, dos norteamericanos y un ruso ejercieron como Tribunal de Arbitraje. *El ruso Federico de Martens actuó como agente de la reina Victoria. *Los jueces norteamericanos aceptaron la transacción para “salvar el Orinoco”. Paris, 3 de octubre de 1899 Corresponsal exclusivo) Venezuela fue despojada, hoy 3 de oc- tubre de 1899, de toda su Región Esequiba mediante una decisión arbitral que desconoció los fundamentos jurídicos previstos en el tratado de Arbitraje suscrito en Washington entre Venezuela y la Gran Bretaña. Un juez ruso y dos ingleses forzaron bajo la amenaza de quitarle a Venezuela las Bocas de! Orinoco. La Región Esequiba es una zona de 60.000 millas cuadradas que los ingleses fueron ocupando en forma sistemática y que en 1814 le compraron a Holanda parte de su colonia por la suma de tres millones libras esterlinas. A partir de la adquisición geográfica, ingleses fueron avanzando en territorio venezolano con propósito evidente de apoderarse de las Bocas del Río y de toda la Guayana. Venezuela libraba entre tanto la guerra de independencia y obviamente un momento más o menos propicio para el avance inglés. La suerte de estos países de la América Latina dependía en buena parte de los Tratados, Acuerdos y desacuerdos de las potencias europeas, de sus guerras y alianzas. Al final de la guerra napoleónica, Holanda vende a Inglaterra parte de sus tierras en la colonia guayanesa. BOLÍVAR VIÓ EL PELIGRO Ocho años después de esta operación mercantil que le permitía a los ingleses poner pie en el mapa de la América su avance hacia territorio venezolano se hizo cada vez más inquietante. La prontitud y diligencia que pusieron en el avance demostraba que no era la región lo que despertaba sus ambiciones territoriales sino lo que estaba a su lado: la tierra venezolana y su río. Mientras Simón Bolívar combatía contra los restos del dominio español, descubrió el asedió de otro imperio europeo: el avance de los ingleses en el Orinoco. En 1822, le pide al Ministro de Relaciones Exteriores, Pedro Gual, que instruya al representante diplomático de la Gran Colombia en Londres, José Rafael Revenga, para que proteste formalmente ante el gobierno de Su Majestad Británica por avances sistemáticos y progresivos de los colonos ingleses en las tierras situadas a la izquierda del Río Esequibo “Los colonos de Demerara y Berenice --dice el representante diplomático—, tienen cogida una gran porción de tierra que, según los últimos tratados entre España y Holanda « pertenecen, del lado del Esequibo”. La piratería de un explorador prusiano fue el primer episodio de un largo y complejo proceso en la historia de las relaciones exteriores de Venezuela. Durante todos estos años actuó buena parte de juristas, historiadores, geógrafos y políticos. De incidente en incidente y de gestión en gestión inútil, los venezolanos vieron y sintieron cómo los ingleses incursionaban sobre su territorio. Primero fueron los colonos, y luego apareció, en 1834, la figura del explorador prusiano Robert Hermann Schomburgk, caballero de la Real Orden prusiana del Águila Roja. Han transcurrido apenas doce años desde la primera protesta de Bolívar. Schomburgk traza su primera línea sobre e|. mapa: avanza 4.920 kilómetros cuadrados sobre territorio venezolano. Schomburgk continúa sus ejercicios de cartógrafo sobre las tierras vírgenes, traza una y otra línea, como un conquistador del dibujo. La línea Schomburgk de 1840 ha avanzado tanto que ya está en la desembocadura del Orinoco, comenzaba en Punta Barima, a las puertas del río, y descendiendo por los ríos Amacuro y Cuyuní se prolongaba hasta el Roraima. Schomburgk, ciertamente, era algo más que un cartógrafo, era una especie de Sir Walter Raleigh de la geografía. En 1841, los venezolanos descubren que en Punta Playaso, cerca de las Bocas del Caño Amacuro y Punta Barima, Schomburgk ha construido una garita y sobre ella flamea la bandera británica, con todas las insignias rea-les. El escándalo irrita y conmueve a los venezolanos: su país había sido ocupado por una potencia extranjera, por la más poderosa potencia del siglo. Las angustias de Alejo Fortique En Londres está de Ministro Plenipotenciario Alejo Fortique. Ex ministro de la Corte Suprema de Justicia, es uno de los venezolanos mejor preparados y más aptos. Trabaja solo y sin secretario, como representante de un país arruinado por la guerra. Plantea al Ministro de Relaciones Exteriores, lord Aberdeen, la gravedad de la situación y la inquietud reinante en Venezuela. Lord Aberdeen desdeña el significado de la bandera británica sobre tierra venezolana y le expresa con suma frialdad que la operación de Schomburgk no es más que una operación preliminar, abierta a futuras negociaciones. Fortique reitera la necesidad y la urgencia de que el propio gobierno de Su Majestad destruya los postes y la garita y retire el pabellón inglés. La operación que Aberdeen consideraba insignificante se convirtió en un incidente que demoró demasiado tiempo y que ensombreció aún más las relaciones entre ambos países. Finalmente, lord Aberdeen le responde al Ministro Fortique que la remoción de las instalaciones de Schomburgk vendría “a embarazar mucho e innecesariamente al Gobierno de Su Majestad, pues tales señales son el único medio tangible de prepararse a discutir la cuestión de límites con el Gobierno de Venezuela”. —No es de Inglaterra, le dice con cinismo y flema lord Aberdeen al angustiado Ministro venezolano, de quien Venezuela debía temer. Era al Imperio a quien le correspondía velar por la libertad del río. Aberdeen piensa que la libertad es eminentemente británica, un privilegio tal vez de Su Majestad; la Reina Victoria. Las conversaciones de Fortique con el Secretario Aberdeen son intensas e insistentes. En algún momento se habla de la posibilidad del arbitraje. El Ministro venezolano ensaya otras hipótesis para la negociación. Fortique, inteligentemente, sagazmente, desconfiaba del arbitraje. Surge una línea de posible entendimiento. Al alegar su aceptación, Fortique le advierte al Presidente Soublette el riesgo “de que perdamos soga y cabra”. Poco después muere en Madrid Alejo Fortique y las negociaciones se estancan. Antes le había expresado al Presidente: —Hay un momento, en las negociaciones que si se espera no vuelve a presentarse. Aparece el Buen Vecino con la Doctrina Monroe En Venezuela suben y caen gobiernos. Domina y declina José Antonio Páez. Brilla y se opaca Antonio Guzmán Blanco. El país arde en las llamas de la Revolución Federal o en los mediocres incendios de las guerras civiles. Surgen y desaparecen generales y caudillos, pero no se olvida la controversia con el Imperio. Se rompen y se restablecen relaciones con la Gran Bretaña. Guzmán Blanco trata ante la Corte, mientras en Caracas derrumban sus estatuas. Un diputado de nombre Cipriano Castro interpela al Ministro de Relaciones Exteriores sobre la misión del Plenipotenciario Guzmán Blanco. Es marzo de 1890. En todos esos años, no obstante las peripecias de la política, no obstante episodios como ese de Guzmán que pide el retiro de un Ministro británico por descortés, porque simplemente no le envió flores a su esposa enferma, no obstante las incidencias de la política en las negociaciones, Venezuela explora todos los caminos, entre ellos el del arbitraje. El conflicto con el Imperio domina toda la política exterior de Venezuela hasta este 3 de octubre de 1899. ¿Qué hacía o qué hizo entretanto el otro país poderoso que ya se asomaba en la escena del Atlántico? La cuestión de los límites entre Venezuela y la Gran Bretaña se inscribía en los postulados de la Doctrina Monroe y muchos venezolanos lo entendieron así. En diversas etapas Venezuela sugirió a los Estados Unidos que asumiera el papel de árbitro de aquella controversia. Las relaciones entre la Metrópoli y la antigua colonia se ensombrecieron por esa razón en algún momento. En un mensaje al Congreso, el Presidente Cleveland dijo el 17 de diciembre de 1895 que habían resultado infructuosos los llamamientos a la magnanimidad y a la justicia hechos a “una de las más grandes potencias mundiales”. “Después de haber trabajado lentamente por muchos años, dijo_ el Presidente de los EE.UU., tratando de convencer a la Gran Bretaña de que accediese a someter tal disputa a arbitraje imparcial, convencidos finalmente de que rehúsa hacerlo así, no nos resta sino aceptar tal situación y encararla tal como se presenta". “...constituirá el deber de los Estados Unidos resistir por todos los medios a su alcance ... la apropiación por parte de Gran Bretaña de cualesquiera territorios o el ejercicio de jurisdicción gubernamental sobre territorio alguno que... pertenezca de derecho a Venezuela”. (Ya se había descubierto el asfalto en Venezuela y ahora la Doctrina Monroe tenía, evidentemente, otros atractivos). Por estos días acusan al Presidente Grover Cleveland de utilizar la política exterior para hacer olvidar la crisis norteamericana. El mismo ve con desdén la propia Doctrina Monroe, pero de pronto-apela a ella. Las relaciones entre Venezuela y los Estados Unidos pasaron también por etapas de crisis, y no eran exactamente buenas en el momento en que EE.UU. se decidía a tomar parte en la controversia. A partir de 1888-89 Estados Unidos se convierte en un gran mercado de Venezuela: las exportaciones venezolanas de ese año 88 hacia el Norte sobrepasaron el valor de todas sus exportaciones al resto del mundo. La opinión norteamericana, y el propio Congreso, estaban más o menos al tanto de la controversia. En la década del 90, el Presidente Joaquín Crespo había contratado los servicios, como lobbysta, de un antiguo Ministro norteamericano en Caracas, William Lindsay Scruggs, destituido por el Departamento de Estado, años antes, por manejos dolosos en Caracas. Era un republicano hábil, ducho en la polémica y con buenos contactos en Washington, escribió el panfleto “Agresiones británicas en Venezuela. La Doctrina Monroe puesta a prueba”. De modo que cuando Grover Cleveland y el Secretario de Estado Richard OÍney presionan a la Gran Bretaña, ya había mediado todo un proceso de dudas y de indecisiones. El mensaje que presentó Cleveland al Congreso resultaba una toma de posición estudiada con tanto cuidado que resultó ser el quinto borrador redactado por OIney. El papel de un ruso complaciente Para ir al arbitraje se suscribe el 2 de febrero de 1897 un Tratado de Arbitramento mediante el cual se sometía el conflicto a esta forma de solución eje controversias. Estados Unidos y la Gran Bretaña habían negociado sus bases sin gran participación de Venezuela. La constitución de! Tribunal Ar¬bitral fue ya un mal síntoma de lo que podía suceder. Inglaterra y Estados Unidos convienen en un tribunal integrado por dos jueces norteamericanos* dos in¬gleses y un quinto juez escogido de mutuo acuerdo. Gran Bre¬taña se negó a aceptar a un re¬presentante de Venezuela y nuestro país estuvo ausente en el curso de las deliberaciones. El Tribunal se constituyó en París en enero de 1899 y quedó integrado así: por Gran Breta¬ña, Lord Russell y Lord Co- llins; por Estados Unidos, M. Fuller, Presidente de la Corte Suprema y D. Brewer, Magis¬trado de la misma Corte. Y el quinto, escogido entre ellos fue el jurisconsulto ruso Fiodor Fio- dorovich de Martens. La figura de Federico de Martens es bien conocida en Europa. Veinte años ''antes había publicado un libro titu-lado “Rusia e Inglaterra en el Asia Central” en donde procla¬maba su menosprecio por los pueblos atrasados y su teoría de una alianza anglo-rusa para regir al Asia. Inglaterra ;no podía, por consiguiente, conseguir un mejor árbitro que aquel hombre con el fiel de la balanza en la mano. Bien establecidas las bases, el Imperio aceptaba ir al arbitraje. Consumatum Est Es otoño en Paris. Los jueces deliberan y los abogados alegan. Entre los abogados de Venezuela están el ex Presidente Benjamín Harrison de los Estados Unidos y Severo Mallet Prevost, hispanista y experto en derecho latinoamericano. El abogado británico Richard Webster habla durante trece días invocando los subterfugios del Imperio. Mallet-Prevost responde por Venezuela, y habla también durante trece días. El Presidente del Tribunal interrumpe con sarcasmos; los ingleses parecen divertirse. Con indudable entusiasmo, el abogado Webster, mientras alega, informa que en Venezuela anda triunfante la última revolución. Nunca fue más propicio un tiempo para ese Laudo. Al final, se pone la justicia de lado y entran a jugar los compromisos del comprometido ruso de Martens. Los británicos insisten en la línea Schomburgk, en la última línea Schomburgk. Los árbitros norteamericanos protestan. Fiador Fiodorovich de Martens propone una línea de transacción le deja a Venezuela las Bocas del Orinoco siempre y cuando los norteamericanos acepten el fallo por unanimidad. Transacción contra Derecho. Los jueces norteamericanos consultan con los abogados de Venezuela. Conversan Mallet-Prevost y el general Harrison. El General estalla, luego reflexiona, y le dice a Mallet-Prevot: —Sólo nos queda una alternativa: salvarle a Venezuela la Boca del Orinoco o perderlo todo. La línea Schomburgk, la última línea Schomburgk, le había dicho lord Aberdeen al Ministro Alejo Fortique “no era más que una posición previa, abierta a futuras negociaciones”. Y le añadió: —No es de Inglaterra de quien Venezuela debe temer. Han transcurrido 77 años desde que Simón Bolívar instruyó al Ministro en Londres entrar en negociaciones con el Imperio. 58 años desde que Fortique protestó por la ocupación de las Bocas del Orinoco. La flema inglesa ha dado resultado. Europa se reparte el mundo. Aquí en París, hoy 3 de octubre de 1899, se respira un aire alegre. Está cerca el invierno y dentro de unos días .comenzarán los años eufóricos de la Belle Epoque. +++ El Presidente de la República se prepara para decirle adiós a todo esto El Presidente de la Re¬pública, General Ignacio Andrade, pese a la con¬flictiva situación de su go¬bierno, ha tenido tiempo para pensar en lo que ha ocurrido en París. Con algún desgano ha seguido las incidencias del pro¬ceso y las deliberaciones del Tribunal Arbitral. Con todo, las inquietudes del Presidente son más in¬mediatas. Fue exaltado a la Primera Magistratura por 470.000 votos y eso le ha servido de muy poco. Su gobierno se disuelve y él lo sabe. Sus emisarios ante el general insurgente que está en Valencia son ya más emisarios de Ci-priano Castro que suyos. El Presidente está solo. Camina en la noche por los muy elegantes corre-dores de la Casa Amarilla y sostiene un diálogo fan¬tasmal consigo mismo. Quiere terminar pronto esta agonía del poder. Andrade toma notas, re-gistra traiciones. Refle¬xiona: “Tengo el ardiente deseo de poner cuanto antes punto a esta tirante situación porque estoy profundamente avergonzado del espectáculo de anarquía, desorden y barbarie que Venezuela ofrece al mundo civilizado, precisamente ahora cuando se termina (y como para influir en daño de la Patria. El proceso de nuestra magna cuestión internacional con Inglaterra ante el Tribunal tal vez el más célebre y de importancia trascendental que se haya constituido en el presente siglo”. El Presiedente no parece alarmado por la decisión de París. “La traición me acecha donde quiera… El Presidente cree que lo mejor es dejar a Venezuela y decirle adiós a todo esto!